lunes, 13 de octubre de 2008

Andan descentrados

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Como aficionado al fútbol gozo de mis héroes pero también de mis villanos. El hecho de que el equipo que, junto al Barça, peor me cae de todo el continente tenga en sus filas al entrenador mas insoportable del mundo entero, a veces es una gozada.

Ver al entrenador del Madrid cual rubia plañidera sollozar por la falta de ambición de Villa o Cazorla, intentando con ello justificar que no vistan de Merengue, para mi, es una alegría.

Tengo un buen amigo del Madrid. Cada uno tiene sus defectos, pero ante el alegato de que los Madridistas son prepotentes por naturaleza, se excusa en que no es cuestión del club sino del Marca y el AS, periódicos que usan de la exaltación para vender papeles (lástima de arboles usados en la creación de semejantes panfletos). Pues no, amigo mio, Schuster, hoy me da la razón y el argumento final a mi alegato.

Y es que los futbolistas, por encima de jugadores son personas. Y si están a gusto en una empresa, en la ciudad en la que viven y con el salario que perciben, independientemente de su ambición optarán por quedarse. Del mismo modo, si un jugador se siente menospreciado por su club, gana mas en otro sitio y se llama Robinho, igual monta en colera para irse al Manchester City.

Schuster, como Guti, parafraseando a Florentino Pérez, ha nacido para estar en el Madrid. Tal vez con un poco esfuerzo pudieran fichar también a Albelda y así ya tendría a todos mis amigos reunidos en el mismo sitio para "adorarlos" a todos de golpe. Menuda fiestón sería ese ,el de la presentación, con un Bernabeu rebosante: "Oye Guti, ¿que me recomiendas para mis mechas?", "oye Raul, tú y yo somos fijos ¿no?" o "entrenador digale a esos que se dejen perder que somos el Madrid"

2 comentarios:

Juan Al dijo...

Es la constatación de que Schuster pertenece a una época ya pasada. Si eres jugador español lo mejor que puedes hacer es huir del Madrid, del Atlético de Madrid y del Sevilla porque cualquier paquete extranjero estará por delante de tí.

Anónimo dijo...

Raro era que no tuviese Albelda la culpa de algo