Quise escribir esta entrada tras el partido que enfrentó al Real Madrid contra el Liverpool jugado en el Bernabeu. No lo hice para no ser tachado de ventajista, sin embargo los acontecimientos del partido de vuelta me adjetivan mas aun como tahúr en este mi análisis. No me importa. Si me preocupara mi reputación, no hubiera elegido ocultarme tras el feo rostro de Drakul y hubiera elegido una careta cibernética algo mas agradable a la vista.
El Liverpool de Benítez es un fiel reflejo de lo que fue aquel Valencia de nuestros sueños. Las lineas juntas, un ejercito paciente, que maniataba el juego del rival, que le emboscaba en banda, que le hacía pagar caro el mas nimio error que cometiese. Comandado por un invisible capitán que cumplía las ordenes del general, ahora es Mascherano, otrora fue Albelda, quien cubría las espaldas en la presión, dirigía a sus hombres hacia la banda a presionar y entorpecía cada uno de los avances rivales para que estos no llegarán al área, el territorio a defender, o llegaran mal posicionados para que los soldados de la retaguardia dieran buena cuenta de ellos. El Liverpool, o aquel Valencia, es un espectáculo para todos los que nos consideramos amantes de las tácticas de juego.
Cualquier plan que se trace en cualquier ámbito de la vida sigue unos principios. Aquel Valencia sabía que para competir con los grandes debía trabajar como un pequeño. Es imposible competir con presupuestos mayores con sus mismas armas. Arrollar, ser mejor, y demostrar mayor calidad que el oponente es un principio precioso, pero a ese juego te ganarán siempre los clubes con mayores recursos económicos para comprar a artistas. Si queremos ser competitivos, tenemos que convencer a los artistas que tenemos de que pueden ser soldados, aguerridos, concentrados y astutos. No hemos de minusvalorar rivales, pero al mismo tiempo tiempo saber que nadie es superior a nosotros. Honrando al rival nos honramos a nosotros mismos, tomamos conciencia del club en el que estamos y nos disponemos para la próxima batalla. Sin pensar en ganar la guerra pero sin renunciar a ella.
Entrenador, jugadores y hasta la misma afición, hemos de ser consciente de cual es nuestro lugar en el universo del fútbol. Solo así, cuando todos y cada uno de los que por amor o por dinero defendemos este club nos demos cuenta de quienes somos y cuales son nuestras armas, sólo entonces, volveremos a ser quien fuimos.
2 comentarios:
Aquel Valencia sabía que para competir con los grandes debía trabajar como un pequeño.
En eso te rectifico... debía trabajar más que el resto.
Para parecerse lo más mínimo a aquel Valencia, hay que barrer a fondo los despachos del club y a partir de ahí comenzar a hacer lo mismo con la plantilla, pero con esta gente dirigiendo, pasarán siglos hasta que levantemos cabeza
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