viernes, 21 de enero de 2011

Un cuento nada real... tal vez.



Erase una vez, en unas tierras lejanas había un reino y en el reino había un castillo. Aquellos lares habían vivido, años atrás, tiempos de esplendor, pero ya formaban parte del pasado. Un nuevo regente se había adueñado del Castillo, pese a carecer de sangre real, aupado por el nefasto reinado de su predecesor, dirigía el reino a su antojo y capricho. Mientras los juglares cantaban odas a su nuevo e impuesto líder, los ciudadanos aceptaban con resignación y cierta apatía a quien regía sus destinos. En el reino, nada se movía sin la aceptación del regente, decidía que caballeros había de ser honrados y cuales habían de ser desterrados del reino; sus consejeros, como en la fábula del rey desnudo, se deshacían en halagos y lisonjas al nuevo regente ya que de ello dependía el necesario hecho de mantener su cabeza pegada a su cuello.

Y en la corte, como en todas las cortes, había un favorito. Cierto es que no pasaba de bufón, pero su cercanía al poder había bastado para olvidar, mediante el preceptivo decreto real, sus antiguas traiciones a aquel reino. Y el bufón se convirtió en caballero y los juglares le componían poemas, que si bien habían de inventar por falta de hazañas reseñables, mediante un esfuerzo imaginativo, las relataban como ciertas y hacían que algunos ciudadanos, olvidadizos e influenciables, le consideraran como el héroe patrio, aquel mas querido. Ese caballero que en aquellos épicos poemas defendía sus fronteras, el que sentía en sus entrañas ese ardor que solo da el amor a la patria.

Pero vivir del cuento no es eterno ni en los cuentos. Seguían siendo muchos los ciudadanos que echaban de menos a los soldados que sí fueron a la guerra y salieron victoriosos; hombre recios que antepusieron su honor a otras veleidades y que por ello habían caído en desgracia. Esos ciudadanos con memoria, sabían que ahora ya nadie les defendía y cada día que pasaba se sentían menos parte de aquel reino que poco a poco se empequeñecía y se debilitaba. Aquellos hombres sabían, que con aduladores no se llena un castillo ni que con bufones se defienden las fronteras y soñaban que un día llegaría un nuevo general, que pondría a cada uno en su lugar, que llenaría de ganado los establos, que devolvería las batallas épicas y entonces, solo entonces, podrían volver a sentirse orgullosos de formar parte de un reino, no tan grande como otros, pero capaz de henchir sus corazones con su himno.

Sin embargo, aquellos hombre justos, solo soñaban.

2 comentarios:

Juan Al dijo...

Por Bufón me viene a la mente portero camino de la jubilación que podría formar parte de la colección de porteros de Unai

Unknown dijo...

Que lo fichen. Al menos batiremos algún guiness. Por guiness me viene a la mente la cerveza...
Nos estamos volviendo locos