A los que hayan sido lectores de este blog no les sorprenderá en absoluto que yo escriba que mantengo un sincero cariño al submarino amarillo. Y es así porque en sus primeros años en primera dimos una lección al mundo de lo que debía ser una sana rivalidad deportiva. O tal vez sea porque sus aficionados son de pueblo, como yo, hablan valenciano, como yo y hoy estarán llorando su descenso, como yo lloraría si bajase el Valencia.
Es cierto que desde muchos ámbitos se ha enturbiado aquella magnífica relación entre aficiones y clubes a lo largo de los años y se ha hecho a base de polémicas absurdas, creadas por siniestros personajes que solo siguieron al Villarreal como sucedáneo por lejanía de Barça o Madrid o por gente valencianista que empezó a ver como aquel equipo de pueblo empezaba a ser un rival deportivo al equipo de la gran capital valenciana.
Ni unos ni otros van a condicionar mi opinión. Ha descendido el único equipo, sin contar mi Valencia, que nunca hubiera deseado que bajara. Por eso desde aquí os mando un abrazo a los groguets y os deseo que vuestra estancia en el infierno sea leve y volváis pronto a empujarnos, a hacernos pelear por ser mejor que vosotros, por ganaros en el campo y tener cierto cachondeo con vosotros, para que negarlo, cuando os volvamos a eliminar de una competición europea.
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